miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL TIEMPO PASA PERO EL RECUERDO SIEMPRE ESTARÁ LATENTE.


Hoy, 10 años después del atentado terrorista que el 11 de septiembre de 2001 destruyó las emblemáticas torres gemelas del “World Trade Center”, el hecho está siendo recordado de muchas maneras. Un de ellas, tal vez no la más común pero sin duda la más fructífera, consiste en reflexionar sobre las causas y consecuencias de lo que se puede calificar como el acto inaugural del siglo XXI.
Una somera aproximación desde ese punto de vista puede dar la impresión de que no caben dudas al respecto. Diez años durante los que no se produjo un atentado de similar magnitud, fue neutralizada la red Al Qaeda. Estados Unidos llega con el cadáver de Osama Bin Laden como un elocuente trofeo de guerra, darían la impresión de que hubo un claro vencedor ---EEUU y el sistema económico, político y cultural que representa y encabeza-- y un claro derrotado, el fundamentalismo islámico.
Sin embargo, se trata de un complejo balance si, por un lado, se busca, y no es difícil hallar, algunos vínculos entre la calamitosa situación económica, política y social que sufre Estados Unidos y Europa, y la era que se inauguró el 11 de septiembre de 2001.

En lo económico, porque la “guerra contra el terrorismo” del presidente George W. Bush el mismo día de los atentados es de lejos la principal causa de la debacle de la economía estadounidense. Es tan astronómica la cantidad de dinero destinada a financiar los gastos bélicos y sus “efectos colaterales” que hasta las más pesimistas previsiones se quedaron cortas y ahora, a la luz de los resultados arrojados por los últimos 10 años, no hay quién se atreva a justificar la manera como el Gobierno estadounidense reaccionó ante los ataques de los que fue víctima.
En lo político, el balance no es claro. El miedo a que se repita un atentado similar doblegó los ánimos de la sociedad estadounidense y en aras de la seguridad se sacrificó en gran medida la libertad. Un estado policíaco cuyos excesos son socialmente aceptados o por lo menos tolerados, unos derechos civiles recortados son, por lo menos parcialmente, un trofeo para el terrorismo que consiste precisamente en imponer a sus víctimas, consciente o inconscientemente, la lógica del terror. Pero, por el otro lado, recorre en los países del medio oriente una ola democratizadora que echa por la borda la presunción de que el islamismo radical era mayoritario en esa región.
Pero, además, confrontamos un mundo más pobre, más inseguro, menos tolerante ante lo diferente; guerras que nadie sabe cómo terminar; una creciente desconfianza ante el futuro y una crisis económica que hace remecer los cimientos del actual orden internacional.
Felizmente, hay también motivos para la esperanza. Y no parece casual –es de esperar que no lo sea—que las rebeliones juveniles que simultáneamente se producen en el mundo islámico como en el occidental tengan en común un severo cuestionamiento a los factores que confluyeron para producir la situación actual, y sentar las bases para avizorar un mundo más justo.

Información tomada de:

No hay comentarios:

Publicar un comentario